sábado, 22 de diciembre de 2007

"El Crepúsculo de los Dioses" [¡Gracias!]


Hollywood visto por Hollywood. Este sería uno de los titulares que cualquiera aplica cuando acaba de ver "El crepúsculo de los dioses". Pero quedarnos con lo indirecto de la trama sería no atender a los aspectos por lo que esta obra maestra de 1950, filmada por el genial Billy Wilder, puede seguir tan vigente casi 60 años después.
Para empezar y para quien no la haya visto, aquí va su sinopsis:
Gloria Swanson como Norma Desmond, antigua estrella del cine mudo, y William Holden como el atormentado escritor que, accidentalmente al principio, consetido durante toda la película y víctima al final, se ve atrapado por la locura de la diva.

La historia es todo un flash back; la impactante secuencia del comienzo nos sitúa en la escena de un crimen y el narrador nos invita a descubrir que ha pasado y por qué. El escenario principal de la historia no podría ser más apropiado que una mansión, decrépita, como sus habitantes, donde la vigencia del pasado sólo sirve para recordar lo que fue y lo que ya no hay, recuerdo de tiempos pasados que parece aferrarse a pobres esperanzas. Hasta aquí llega, por casualidad, Joe Gillis, un guionista en paro que conocerá a su atípica propietaria y entrelazará con ella una relación laboral que derivará en un juego de posesión, dependencia y victimismo. Norma Desmond es uno de esos personajes inmortales en la historia del cine, atormentada, enloquecida, megalómana, altiva y a la vez vulnerable, que causa en el espectador sensaciones encontradas, pasando desde su rechazo ante una mujer ennegrecida, ególatra, y a la vez, incomprendida, que vive su propia realidad expulsada del mundo que nunca quiso abandonar pero que le dio la espalda. A través de su fortuna consigue al hombre pero no el trabajo, consigue vivir, pero no la felicidad. Pero comprendemos mejor al personaje cuando los protagonistas acuden a los estudios Paramount: aquí vemos retratada la industria del cine, personificada en Cecil B. DeMille, su crueldad nos demuestra la falsedad de la farándula, un universo donde rige el dinero y la acción más común es la traición.
La película destaca por un guión exquisito, donde nada sobra y nada falta, estricto hasta decir basta que ahonda en el ser humano y muestra sus miserias y debilidades, todo ello con la ironía y el sarcasmo del mejor Billy Wilder. Historia y dirección son inseparables, se necesitan por igual, la una de la otra, y viceversa... Y su puesta en escena: concretamente, la minuciosidad en la decoración del "palacio", sobre todo, el dormitorio de Norma, un alarde meticuloso donde todos los objetos nos hablan de ella, de su pasado y su presente.
Imprescindible es el trabajo de los actores: una Gloria Swanson (en principio, se pensó en Mae West, Pola Negri o Mary Pickford) magnífica que aporta a su personaje sus propias vivencias, le regala su experiencia y una credibilidad que necesita (aún cuando la actriz llevaba años retirada de la profesión, como su papel, pero que le valió su nominación al Oscar). William Holden (igualmante nominado) representa la vanalidad, la corrupción y la falta de valores, un papel complejo, que combina sumisión y oportunismo, de las que sólo Nancy Olson (también fue nominada), símbolo del alma buena, logra que tome la iniciativa.
De sus escena, me quedaría con dos: la primera, la fiesta de Nochevieja, cuando Gillis entiende lo que hay, y el final, ese descenso de las escaleras y el primer plano de Gloria... es único.
(Disculpad si no se me entiende bien o es algo flojo, son altas horas de la noche, pero me apetecía mucho publicar este post.... y alguien sabrá por qué).

1 comentario:

Javier Escartín Gómez dijo...

¿Eso lo dices por mí? jejeje Me alegro de que te haya gustado la peli. No sé cómo lo haces, pero siempre me haces sonreír.
1BESAZO, WAPO!
Firmado: tu maño, jaja.